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Por: Virginia Vilchez Samanez
El director de la Revista Peruana de Literatura y de Editorial Pasacalle, Ricardo Vírhuez Villafane, nos cuenta sobre la producción literaria y editorial de diferentes regiones del Perú, que ha tenido la oportunidad de conocer debido a haberles dedicado la mayoría de los ocho números de la mencionada revista. Nos habla de la riqueza de la literatura oral amazónica, de la calidad narrativa de los escritores huanuqueños, de los buenos trabajos de edición que se hacen en Arequipa y la gran cantidad de tomos publicados en Cajamarca de los relatos orales de las comunidades campesinas. “El conocimiento del universo literario y editorial peruano es todavía una meta por alcanzar”, afirma. Destaca también el importante rol que pueden cumplir los municipios a favor de la cultura, como ya lo vienen haciendo algunos. Menciona, como ejemplos, el municipio de Huari que ha publicado más de 20 títulos, y las municipalidades de Marca y Recuay que ayudaron a crear un pequeño fondo editorial y apoyaron la reedición de la novela Anusia, de Julio César Pozo Cueva, considerada como ‘la primera novela ancashina’.
-¿Cuándo surge Pasacalle?
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-Editorial Pasacalle se formó hace tres años. En un primer momento surge exclusivamente para formalizar la empresa que publica la Revista Peruana de Literatura, que ya va por su octavo número. Pero, a partir del año pasado, estamos publicando libros y dando servicio editorial. Más adelante esperamos apostar por nuestros propios títulos.
-¿Qué frecuencia tiene la revista?
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-Sale cuando se puede. Lo habíamos planificado para que se editaran tres números por año, pero a veces salía un número por año, otras veces dos, y una vez sí publicamos tres números al año. Esta vez esperamos publicar por lo menos dos números, ahora que acaba de salir el número 8 dedicado a la literatura huanuqueña. Hay que tener en cuenta que el especial por región la hacen prácticamente los propios escritores e intelectuales de la ciudad a cuya región le dedicamos el número; entonces compartimos los ejemplares con ellos, y lo distribuimos en un promedio de 30 ciudades. Como el objetivo de esta revista es difundir a los autores y las obras que se producen en una región, resulta poco lucrativa y no permite manejar rápidamente el financiamiento del siguiente número. La solución, obviamente, es contar con el financiamiento, por lo menos para la impresión, de alguna institución privada o pública, pero salvo el caso del gobierno regional de Loreto, y hace poco del Centro Cultural de España, no hemos contado con ningún apoyo. Lo cual demuestra que, pese a nuestros escasos recursos, aun así podemos trabajar, publicar y difundir la literatura peruana, a sus autores y sus libros, independientes de intereses políticos o económicos.
-La característica de la revista es que cada número está dedicado a una región o a una ciudad.
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-Salvo el caso del número 2, que le dedicamos a Chimbote, todas las demás están dedicadas a una región. La idea motivadora es sencilla: si queremos hablar de literatura peruana, hay que enterarnos de toda la literatura que se produce en nuestro país. Sino, ¿de qué vamos a hablar?
-¿Qué nos puedes decir sobre la producción literaria de las diversas regiones?
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-La que más me ha sorprendido es la literatura oral amazónica, que es extraordinaria, un universo impresionante. Creo que solamente la literatura oral amazónica añadiría tomos y tomos a la literatura peruana, al igual que la literatura oral andina. Ambas son formas literarias muy auténticas y dinámicas. Pero hablando de la literatura escrita, hecha por escritores, tenemos buenas obras en Huánuco, donde probablemente exista la mejor narrativa que se hace en el Perú. O la poesía muy seria y experimental, con muy buenos editores, que se hace en Arequipa. El siguiente número de nuestra revista, después de Huánuco, estará dedicado a Arequipa. A manera de anécdota, te cuento que cuando presentamos el número dedicado a Cajamarca, después de haber investigado y viajado tantas veces, nos enteramos de que el antropólogo Alfredo Mires había publicado más de ciento veinte tomos de recopilación oral durante su trabajo con las comunidades campesinas de Cajamarca. Imagina semejante riqueza literaria. Lo que revela que nuestro conocimiento del universo literario peruano es todavía una meta por alcanzar.
-¿Cuáles son las características de la revista?
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-Tratamos de abarcar la mayor cantidad posible de manifestaciones literarias. La mitad de la revista está dedicada a la literatura de una región, pero en la otra mitad entrevistamos a escritores que se conocen muy poco o cuya producción literaria es valiosa pero carecen de la difusión adecuada. También hay ensayos, estudios, reseñas de libros. Y hemos realizado, el año pasado, el Concurso de Novela Política que lo ganó Harol Gastelú Palomino, a quien premiaremos y publicaremos este año. También hemos realizado concursos de literatura escolar en colegios de provincia, y premiamos a los alumnos con libros y pequeños obsequios. El objetivo de la revista es, por un lado, difundir la literatura que se hace en todo el Perú, pero también dar dinamismo a las manifestaciones literarias mediante concursos y talleres literarios. Ahora hemos lanzado un concurso de novela juvenil, con premio de 3 mil soles y publicación de la obra ganadora.
-¿Qué otras actividades realizan mediante la revista?
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-En el primer número, por ejemplo, lanzamos la idea de formar la Asociación de Escritores del Perú, cuyo objetivo principal es la defensa de los derechos de autor. No existe en el Perú ninguna institución que luche por eso, como la APDAYC lucha por los derechos de los compositores. Esa sigue siendo una meta a largo plazo. O la idea de que no se publiquen solo mil ejemplares, ya que publicar ese tiraje en el Perú representa solo el 0,003% de la población peruana, es decir casi nada. Estamos condenados a que casi nadie nos lea cada vez que publicamos mil ejemplares. Nos gustarían tirajes de cien, doscientos mil ejemplares, pero como las editoras particulares no tendrían el capital para hacerlo ni capacidad de venta, una de las propuestas es que lo hagan los municipios o los gobiernos regionales o el ministerio de Educación.
-¿Qué nos puedes decir sobre el rol de las autoridades municipales o regionales en relación a la cultura?
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-Es muy contradictorio y muy variado. Algunos municipios están ayudando a crear su pequeño fondo editorial o a publicar algunas ediciones, como el caso de Marca y la provincia de Recuay, que ayudaron a reeditar la novela Anusia, de Julio César Pozo Cueva, que fue la primera novela marquina y al mismo tiempo la primera novela ancashina escrita por un ancashino, y con ese criterio los convencimos para formar el fondo editorial de Recuay y fondo editorial de Marca, pero aún no ha surgido otro título. Parece que necesitan un poco más de iniciativas. El gobierno regional de Arequipa también está comprometido con la publicación de libros. Y en el anterior gobierno regional de Loreto se publicaron 11 libros de autores loretanos, que se distribuyó gratuitamente entre la población local, y que presentamos en Lima junto a Oswaldo Reynoso y el congresista Víctor Isla. Pero lo que más me ha sorprendido es la experiencia de Huari, cuyo alcalde tiene como meta la cultura, primero, y en ese afán ha publicado más de veinte títulos, no solo de autores huarinos o ancashinos, sino también de otras regiones. Hace poco, el alcalde de Chiquián también se comprometió a formar el fondo editorial municipal. Pero la mayoría de alcaldes definitivamente no quieren saber nada con la cultura.
-¿Qué tiraje tiene la Revista Peruana de Literatura?
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-1,000 ejemplares, que distribuimos en más de treinta ciudades del interior y algunos ejemplares van al extranjero, donde hay mucho interés por nuestra publicación.
-¿Qué apoyo recibes?
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-Todo el gasto es de nuestro bolsillo, de nuestro esfuerzo, pues a pesar de que recibimos promesas de que nos van a apoyar, finalmente no pasa nada. Por eso con Javier Garvich, el editor de la revista, celebramos cada salida de un nuevo número de la revista como un triunfo. Las únicas experiencias de apoyo que tuvimos, para cubrir parte de la impresión, fue del gobierno regional de Loreto en el número que dedicamos a esta región, y para este número 8, del Centro Cultural de España. Hemos escrito a muchos amigos escritores para sumarse al esfuerzo, pues al final todos salimos ganando, al final ganamos el conocimiento de la literatura peruana que jamás saldría en diarios ni revistas, y hemos contado con el apoyo de Zein Zorrilla, siempre atento a nuestras publicaciones, de Melacio Castro y Walter Lingán, que viven en Alemania.
-¿Y la comercialización?
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-En esas más de treinta ciudades donde repartimos la revista, entregamos paquetes a nuestros corresponsales. Los llamamos así, corresponsales, que es un título pomposo pero que en realidad son colaboradores, amigos, escritores, profesores. Ellos se encargan de distribuirlas, tratamos de que en primer lugar sea a un público objetivo, es decir personas relacionadas con la literatura, ya sea escritores o profesores de literatura, porque finalmente son personas que más provecho le van a sacar, y también a las bibliotecas de los colegios y de los municipios, si existieran. Pero la situación de pobreza, y por otro lado ciertas malas prácticas, impiden que la venta de ese grueso de revistas regresen a nosotros para planificar el siguiente número.
-¿Qué hacer?
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-Siempre estamos buscando alternativas, imaginando salidas. Uno de los intentos que hicimos fue llegar a las librerías del INC, y fue una experiencia que no repetiremos. Para darte una idea, en Huánuco el encargado de la librería quería que presentáramos primero una solicitud de autorización a la directora del INC de Lima para ver si eso era posible. La burocracia, tan absurda como siempre. Por otra parte, el comportamiento de las librerías independientes deja mucho que desear. Por un lado, no difunden lo que tienen y no cumplen con pagar, si es que han vendido, o demoran muchísimo; y, por otro lado, son tan pocas las librerías, que en realidad funcionan como papelerías donde exhiben algunos libros. Por eso creo que a todas las editoriales en el Perú nos falta resolver el gran problema de la distribución.
-Sin embargo, nos hablas de libros que has editado cuyos tirajes se han agotado.
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-Cuando publiqué el libro Anusia, en coordinación con las municipalidades de Recuay y de Marca, pensé que ofrecerlo a un público neutro, general, no iba a ser una buena política de distribución. Entonces, lo que hice fue ofrecerlo a determinados alcaldes ancashinos que pudieran estar interesados. Lo otro fue presentar la novela en el Club Ancash, ante un público ancashino interesado en cultura ancashina. Además, era una muy buena edición, con un formato novedoso, y se trataba de la primera novela ancashina escrita por un ancashino, de modo que había un valor adicional, un valor histórico. Por eso se agotó la edición. Creo que fue una buena estrategia y aun ahora me piden el libro. Estoy tentado de sacar una nueva edición.
-¿Y en el caso de Eva Nibelunga?
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-Es una coedición con Miguel Rodríguez Liñán, que es un escritor muy bueno que nació en Trujillo, creció en Chimbote y actualmente radica en Francia. Se trata de un libro delicioso, muy cercano al vitalismo de Henry Miller, donde las aventuras eróticas y existenciales de un peruano y varios latinoamericanos en Aix-en-Provence, una bella ciudad francesa, ha dado pie a una novela volcánica, erótica, vital, poética, muy intensa. Y mi problema aquí es que ya no tengo un público objetivo, como en el caso de Anusia, y por esa razón las ventas son muy lentas.
-Tú no trabajas con librerías; entonces ¿cómo son las ventas?
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-Bueno, como viajo constantemente, llevo los libros adonde voy, hago la propaganda por internet, busco públicos muy precisos, porque al fin y al cabo mil ejemplares prácticamente no es nada. Cuando publico un libro, espero venderlo en dos o tres meses. Hasta ahora Eva Nibelunga me está durando algunos meses; a diferencia de Anusia, que sí voló en un par de meses.
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-Hay editoriales que sacan 300 ejemplares y pasan dos o tres años sin venderlos.
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-Es que se trata de la manera de vender, de buscar públicos objetivos. Yo no espero que el lector venga a mí. He visto que esa política no da buenos resultados. En nuestro país el lector casi nunca va, hay que ir al lector. De otro lado, el Plan Lector es otra gran alternativa que está sucediendo en el Perú para poder vender libros. Lamentablemente se vende todo tipo de libros, lo ideal sería la existencia de un filtro, que sería un maestro lector, capaz de discernir y seleccionar la mejor literatura para los niños y jóvenes; sin embargo, a pesar de todo, lo importante es que se están vendiendo libros.
-¿Piensas incursionar en la publicación de libros para el Plan Lector?
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-Lo estoy pensando. El Plan Lector nos abre un mercado inmenso. Hay una necesidad enorme en colegios públicos y privados, no de mil ejemplares, sino de decenas de miles de ejemplares, que todavía no están cubiertos en su totalidad. Requerimos, por eso, de ediciones masivas que cubran esa demanda. Y, por supuesto, que se paguen derechos de autor. Todos saldríamos beneficiados con una política editorial honesta.
-Pero vemos que los profesores no leen y por tanto no saben qué libros recomendar. ¿Cuáles deberían ser las cualidades de un libro para el Plan Lector?
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-Lo que acabas de mencionar es muy cierto, y eso se solucionaría fácilmente si tuviéramos maestros que leen. Lamentablemente, no tenemos maestros que sean buenos lectores y se dejan impresionar con una edición colorida o a cambio de algo, un porcentaje de la venta, algún premio, una agenda, en fin. Yo pienso que los tres elementos negativos para que la lectura en el Perú se estanque son: primero, un padre hipócrita que impide que su hijo acceda a todo tipo de lecturas, que quiere que su hijo solamente lea lo que va de acuerdo con sus ideas, sus temores o su religión. O padres que desean que sus hijos sean profesionales, pero se niegan a invertir en libros. Hay padres que impiden la lectura de un libro solo porque aparece la palabra “carajo”, como pasó en Huaral; y en Carhuaz fue peor, pues un padre de familia de secundaria quemó Eva nibelunga porque contenía algunas escenas eróticas. Si tenemos en cuenta que los cuentos infantiles clásicos abarcan toda la vida, la muerte, el erotismo, la enfermedad, el canibalismo, que están en esos cuentos que nosotros hemos oído de niños, entonces negarle algún tema a un joven es arrancarle la belleza misma de la literatura. Lo que un niño o un joven ve en la TV y en el cine es mucho más pernicioso y atrevido de lo que pueda leer en un libro. Lo que debe preocuparnos, más bien, es explicar al niño y al joven esos temas, en caso no los entienda del todo, pero no negarle el camino a una lectura amplia y libre. Segundo, tenemos maestros que no leen, y no solamente maestros poco preparados en su materia. La lectura debería ser la base del conocimiento de cualquier maestro; el maestro debería conocer la mayor cantidad posible de libros que va a recomendar a sus niños. Y finalmente, el tercer elemento son esas ediciones pobres, pobres en material, en contenido, que están pululando en el Perú. Por un lado libros piratas, y por otro lado libros dedicados a los colegios que en muchos casos ni siquiera son los originales, o libros cuya calidad literaria está muy en duda. En mi opinión esos son los tres elementos que impiden que la lectura mejore y crezca en el país.
-¿De qué manera deberían relacionarse las editoriales con los docentes?
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-Creo que mediante una especie de regla ética entre las editoriales se podría acceder al compromiso de publicar libros de la mejor calidad literariamente hablando, de la mejor calidad gráfica, del uso de buen papel y buen pegado o cosido, y de no engatuzar con regalitos a los maestros moralmente relajados. El problema radica en que una editorial es una empresa privada, es decir, una empresa cuya finalidad es el lucro. Tal vez se tendría que apostar por algunas medidas que comprometan al lector-comprador, por ejemplo, algo que queremos promocionar a través de la Revista Peruana de Literatura, el que solamente se compren libros a las editoras que hayan pagado derechos de autor. Si existiera una asociación de escritores que pudiera defender los derechos de autor, podríamos añadirle una mayor exigencia en aspectos técnicos y de contenido. Sin esta asociación, los escritores están repartidos por todo sitio y carecen de representatividad, a pesar de que existen asociaciones, gremios y grupos en todo el Perú que supuestamente los representan, pero en el fondo vemos que el elemento principal, que es la defensa de los derechos de autor, no está defendido por ninguna institución. En resumen, mientras no exista una asociación de escritores, la relación entre la empresa editorial y el maestro estará inclinada a las decisiones de la editorial, que no siempre es justa.
-¿Y cómo ves la producción literaria actualmente?
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-Hace poco fui a Depósito Legal, de la Biblioteca Nacional, y pregunté cuántos pedidos de depósito legal existían, para de ese modo calcular la cantidad de libros publicados. El promedio es que se publican 1,500 libros al mes en el Perú, aproximadamente. No es una cifra exacta, porque mucha gente no registra ni pide su número de Depósito legal, pero aun cuando solo fuera la mitad, se trata de una cifra impresionante.
-Los escritores de las regiones son más formales en eso, según tengo entendido.
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-La gran ventaja del registro es que se hace por internet y en un minuto ya tienes tu número de Depósito legal. De repente el problema está en que luego tienen que enviar el paquete de libros al registrador, que a menudo no ocurre y hay omisiones. A partir de esa cifra aproximada, habría que ver cuáles son de literatura, poesía, textos escolares, etc, pero es una producción bibliográfica inmensa.
-¿Cuál es la región con más actividad editorial?
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-De lo que yo conozco, en Iquitos hubo la experiencia del gobierno regional que creó su fondo editorial y publicó 11 libros, pagando en efectivo los derechos de autor y obsequiando todos los libros dentro del territorio loretano. A partir de allí ha surgido una editorial independiente que está siguiendo la misma línea de pagar derechos de autor y de distribuir y vender. Luego, la más dinámica de las que conozco es la de Chimbote, Río Santa Editores. Ha ayudado mucho a promocionar los libros de autores chimbotanos. Su lema es “Para dejar de ser forasteros en nuestra propia tierra, leamos lo nuestro”, y ha creado un ambiente de mucha identificación con los escritores locales. A partir de la experiencia de Río Santa, han surgido otras experiencias editoriales chimbotanas, como Ornitorrinco y Mantícora Editores. Creo que la idea del Plan Lector para difundir los libros regionales en las ciudades donde se producen está dando buenos resultados, por lo menos para los editores locales. No olvidemos que en Huánuco una experiencia editorial exitosa es la de Editora Perú, de Hebert Laos; mientras que en Trujillo lo es de la editorial Papel de Viento, con ediciones populares en formato de bolsillo, que cubre casi toda la bibliografía del norte del país. Y en Ayacucho resaltan dos experiencias valiosas, la de Editorial Altazor, que ha mejorado muchísimo la calidad de sus ediciones, y la de Ediciones Cernícalo, capaz de vender más de 10 mil ejemplares en ediciones populares de un solo título. Y en Tacna ha surgido también una nueva propuesta editorial.
-¿Y en Arequipa?
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-La experiencia editorial que tiene una mayor preocupación por el texto y por el formato, es la que se produce en Arequipa. Tal vez Arequipa sea el único lugar, fuera de Lima, donde realmente hacen muy buenas ediciones, que dan envidia. En Puno también, a partir de la revista Apumarka y de los escritores que la rodean, así como de las editoriales Lago Sagrado e Hijos de la lluvia, se ha desarrollado una experiencia interesante. Pero con los editores ocurre lo mismo que con los escritores. Para los escritores, hacerse narrador o novelista es empezar empíricamente, no existe una universidad (a pesar de que hay cuatro programas de Literatura en el país, y salvo excepcionales talleres) donde se enseñe el Arte de la ficción o la Escritura creativa. Básicamente se enseña historia de la literatura o teoría literaria, pero no creación, es decir, Literatura. El escritor debe avanzar empíricamente y luego empaparse de técnicas y recursos propios de su trabajo creativo, que junto a su talento formarán la base para crear una obra respetable. Lo mismo pasa con el editor. En el Perú no se enseña la carrera de edición, como sí se hace en Argentina, España, México, como una profesión plena e independiente. Por tanto, los editores deben (debemos) aprender en el camino.
-¿Qué nos puedes decir de los lectores?
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-Hay una gran cantidad de lectores cuyas necesidades no son satisfechas no solo porque no llegan los libros a sus manos, sino porque tampoco llegan libros de buena calidad. He comprobado que existen muchos lectores que están dispuestos a pagar el precio de un buen libro, pero como no siempre hay, tienen que contentarse con ediciones piratas o ediciones mal hechas. Como te digo, el negocio editorial es una empresa privada y no siempre los empresarios invierten en su propia capacitación. Los casos de San Marcos y Altazor son interesantes de analizar, pues han dado grandes saltos, han mejorado muchísimo, y han roto por fin esa maldición que cargan los editores independientes, que es la de ser simples intermediarios entre el autor y la imprenta. San Marcos y Altazor ya apuestan por títulos propios y ellos mismos invierten, ellos mismos venden y distribuyen. Aunque, para ser francos, falta todavía dar el siguiente paso, que es el pago en efectivo de los derechos de autor amparados por ley. A fin de cuentas, se hace camino al andar, y se avanza poco a poco.
-¿Hay interés por la lectura en las diferentes regiones?
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-Definitivamente, sí. Claro que sí. Esa frase de que el peruano no entiende lo que lee es bastante drástica. Si nos comparamos con otros países, estamos dentro de un promedio mundial. La crisis de la lectura es universal. Cuando salió aquella evaluación sobre nuestra lectoría, muy cerca de nosotros estaba Alemania, y Estados Unidos rondaba por allí. Estados Unidos está muy por debajo de Francia, Japón, Inglaterra. Lo que se hace en estos casos es mejorar la calidad educativa. Si falla la lectoría en los alumnos, es porque la educación está mal. Si un gobierno (como el actual y los anteriores) mantiene una educación de bajo nivel, es porque políticamente le conviene una mayoría incapaz de discernir y elegir adecuadamente. Por eso el Plan Lector es un arma de doble filo, que podemos aprovechar para multiplicar las lecturas en los niños y jóvenes, siempre que contemos con el apoyo de los padres (¡abajo los padres hipócritas!), los maestros (¡vivan los maestros que leen!) y los editores (¡queremos libros de mejor calidad!). No te olvides que si se publican mil quinientos libros al mes en el Perú, significa que hay una lectoría en crecimiento sorprendente, o es una lectoría que siempre estaba ahí, aunque invisible para nosotros. A esto hay que añadir el enorme consumo de libros piratas, que ya es un producto masivo. ¿Quién compra libros piratas, si no son lectores necesitados de lectura? Si tomas en cuenta la cifra de lectores de diarios y revistas, más los de libros piratas y libros legales, sumaremos una cifra enorme. Si es así, entonces el problema no está en si se lee o no, sino en qué se lee. Es la calidad de lectura lo que debe preocuparnos. No es gratuito que se siga leyendo masivamente los diarios chichas o amarillos. Creo que por ahí hay que apuntar. El problema de compresión lectora es un problema consecuente a la buena lectura. Te explico por qué. Un buen libro es un cuerpo coherente de ideas e imágenes, por más atrevido que sea artísticamente. La lectura de ese buen libro transmitirá al niño o al joven, libro a libro, año a año, la costumbre de un razonamiento coherente, la riqueza de ideas, el colorido de las experiencias distintas, la belleza del mundo y de los seres humanos, en fin. Si su lectura no es apropiada ni profunda, va a razonar con limitaciones, obviamente, sin la riqueza idiomática de un libro bien escrito. En términos generales, creo que estamos avanzando en los niveles de lectura, cada día se publican más libros, hay más talleres de capacitación, y parece que los maestros se van a rendir por fin ante un buen libro de compañía.
-¿Vives de la editorial?
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-Hubiera preferido que me preguntaras si vivo de la literatura, para responderte que sí, aunque sea ilusoriamente. En realidad, vivo de mi trabajo editorial, efectivamente. Me dedico a Pasacalle a tiempo completo desde el año pasado, y no me arrepiento del rumbo que he tomado. Sé que la perspectiva es prometedora y es algo que me gusta. Para decidirme por este oficio recordé aquella frase de Confucio, que dice: Escoge un trabajo que te gusta, y nunca más tendrás que trabajar. Publico no solo la Revista Peruana de Literatura, sino también libros, revistas turísticas y de gestión de algunas municipalidades, doy servicios editoriales, y también estoy apostando por mis propios libros, las novelas que escribí y tengo inéditas. Por eso cuando te digo que quiero agotar mis libros en dos o tres meses es porque debo hacerlo, lo necesito, de eso vivo. Vender el libro que publico es una necesidad perentoria, y creo que la mejor manera de ser editor es no tener otro trabajo. Allí uno descubre cosas que no la descubriría si vive cómodamente de otros trabajos. Sin embargo, si tuviera que elegir, preferiría simplemente seguir escribiendo, vivir de mis derechos de autor (ya sea por mis libros, artículos, conferencias o talleres) y dejar que personas con mucha más imaginación que yo, con mucho más atrevimiento, nos diera la felicidad de un hermoso libro, de un buen trabajo editorial, de una novela hermosamente inútil pero necesaria.
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.Publicado por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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