Por: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
De los recuerdos de la niñez siempre asoman las imágenes queridas de las personas que nos enseñaron a ser mejores seres humanos y mejores ciudadanos. Deuda de gratitud que generalmente queda pendiente hasta la hora final, pues mucho tardamos en darnos cuenta del inmenso valor que tuvieron en nuestras vidas..Una de las personas que iluminó mi camino cognoscitivo, al igual que el camino de mis hermanos, fue ERNESTINA YÁBAR DE CALDERÓN, a quien llamábamos con amor: 'MAMÁ ENI', también 'MAMA TINA', por el inmenso cariño que nos dio a los largo de nuestra existencia como hermana mayor de mi mamá Jesús. Sus consejos a tiempo, sus palmadas en el hombro para animarnos en la forja diaria, su paciencia infinita a la hora de enseñarnos las primeras letras y llevarnos de la mano por el angosto sendero de la lectura, en un país donde se brinda poca importancia a los libros en el desarrollo humano.
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Su sueño muchos años acariciado fue desempeñar el cargo de Estandarte en la fiesta de Santa Rosa en Chiquián, sueño que su querida hija Nancy Calderón Yabar de Cuadros, cumplió el 2008, junto a su papá Pablo, su hermana Durid, la esposa de su hermano Pablín, y sus primas de las alas: paterna y materna.
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Mama Eni nació en Chiquián el 4 de julio de 1921 y emprendió el gran vuelo a los 60 años de edad, el 24 de setiembre de 1981 en Lima. Antes de expirar en brazos de sus seres amados les recordó que ese día era el santo de su prima Mechi, no por casualidad, sino porque siempre estaba atenta a los onomásticos y llegaba con el alba a cantar las mañanitas a la casa de los 'cumpleañeros', cargando su invalorable termo con ponche.
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La noticia de su deceso me cayó como un baldazo de agua helada cuando me encontraba en las alturas de Yanama, de cara al imponente Huandoy. A mi retorno a Huaraz, tres días después, hallé bajo la puerta de mi habitación una carta de ella, escrita cuatro días antes de fallecer, donde entre otras líneas de amor maternal, me aconsejaba escribir sobre mis vivencias en lares ancashinos; es así que vieron a luz varios relatos, entre ellos: Mi Amigo Vilka, La Medallita del Bandolero, El Maestro, La Melodía del viento, El Toro Negro, Tupucancha, El Bandolero y la Rosa, El Último aullido, Chinguirito con Arpa y Amistad, La Hualanca y el Bandolero, Puka, Tras las Huellas de una Leyenda: La Flor de la Cantuta, Navidad en Huaraz, Luis Pardo, El Campeón, La Cueva del Bandolero, Aquel 15 de Junio... En los 4 tomos de mi pequeña obra, que mi amigo Roberto Aranda Chávez, entregó en mi nombre a la Municipalidad Provincial de Bolognesi y al Colegio 'Coronel Bolognesi' por sus Bodas de Oro, late el corazón de mamá Eni.
DE NUEVO EN CARANCA...
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Ya va amaneciendo...
Las ramas abanican mi rostro
y sobre el Yerupajá reverbera el alba;
abajo el pueblo despierta soñoliento.
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Ya va amaneciendo...
El Aynín ríe con las truchas que saltan,
florecen la cebada, el maíz y el centeno;
no hay lugar más bello que Chiquián.
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Ya va amaneciendo...
Mi pecho se llena de pichuichancas;
en Quisipata, mamá Eni prende el Sol
en la mente de sus alumnos.
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Ya va amaneciendo...
Danza el trigo con el viento,
en Jircan mamá Jesús espera...
van llamando las campanas a Misa.
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Ya va amaneciendo...
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Nalo - 15651.
RECUERDOS QUE REVERDECEN
Mamá Jesús y Mamá Eni
En los bellos caminos del pasado se perfila la sacrosanta imagen de nuestros MAESTROS DE PRIMARIA. Y si acercamos nuestros oídos a la brisa del tiempo, percibimos con claridad meridiana su enseñanza.
Ellos fueron los que descubrieron en nosotros ese destino desafiante que va más allá de la infancia para hacernos seres humanos de provecho. Son los que moldearon nuestro carácter, frecuentemente inquieto y lleno de preguntas. Es la misma persona, hombre o mujer, que descubrió para nosotros los números primos, los colores del arco iris y los relatos de Paco Yunque, de Pisana María, El Caballero Carmelo y del Niño Goyito.
Escuela 352 de Chiquián
Ella o él, dignos apóstoles del saber, abrieron las ventanas a nuestra imaginación y nos hablaron de un Perú de ensueño, al que debemos cuidar y defender con nuestra vida. Es el ser que nos enseñó sobre la raza Inca y sus obras en bien de la Humanidad. Ellos dibujaron más allá de nuestra imaginación los valiosos recursos naturales y las ricas manifestaciones culturales con que contamos a raudales; y sobre todo, nos hablaron de Dios, creador de los ríos, de los grillos, de los hermosos nevados, de la abeja laboriosa, de los sembríos, del rocío, de la lluvia, del trueno, del relámpago y los rayos, del Sol y la Luna, de la luz y la oscuridad, del pasado, del presente y del futuro; siempre infaltables de enero a diciembre.
Mi modesto homenaje a los maestros de Abelardo Pardo Lezameta, San Miguel de Corpanqui, Cajacay, Huasta, Pacllón, La Primavera, Aquia, Colquioc, Huayllacayán, Huallanca, Canis, Antonio Raymondi, Mangas, Ticllos y Chiquián; y en sus personas, a todos quienes, hombres y mujeres, trabajan tras cada campanada con paciencia infinita la arcilla que será grano de trigo o espiga. Mi admiración por los maestros que hacen de la educación su actividad vital que trasciende al tiempo iluminando los valores y el buen humor para compartir amor.
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Mi admiración por los maestros que tienen paciencia y carácter, porque su labor es arte de orfebre, como se hace arte la voz interior del poeta cuando describe la Creación de Dios. No hay mejor forma de aprender que enseñando. Enseñando, que sus alumnos son la biografía del maestro y el maestro la radiografía de sus alumnos, como reza un pensamieno ancestral.
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Mi admiración por los maestros rurales, como mi mamá ERNESTINA YABAR DE CALDERÓN, quien me enseñó a escribir y a leer en voz alta en Tupucancha. Ella me reveló el valor de la narrativa y la poética para el alma colectiva; y hoy, desde el cielo, junto a mis mamitas Jesús, Catita y Victoria, prenden bengalas a mi paso cuando tengo que sortear duros caminos en la oscuridad. Ella, gran conocedora de la realidad campesina en las altas cumbres donde el Estado ni la globanización llegan: de sus limitaciones materiales, sus creencias, sus hábitos, su trabajo sacrificado, la visión corta del futuro, pero también de su amor cristalino por la Naturaleza y su humildad, que los acerca más al Creador. Su pequeña habitación con paredes de frío tapial o su choza de piedra e ichu en los lugares donde laboró, siempre estaba colmada de alumnos y padres, como una prolongación del aula. Allí, junto al fogón hermano y sentados al pie del batán que muele la ignorancia, les enseñaba a ser buenos padres y buenos hijos; también amar a Jesucristo por sobre todas las cosas y a vivir en armonía con la Pachamama que nos brinda el sustento diario sin pedirnos nada.
Mama Eni, dulce MAESTRA RURAL de quien aprendí que para triunfar en la vida no existe fórmula mágica, solo estudiar con ahínco, disciplina, fe y dando de sí a los demás. Gracias por haber alimentado mis fantasìas y sueños con tus relatos de tierra viviente, que hasta hoy se aferran a mi espíritu, como la raíz se aferra al suelo cuando el viento de los años sopla fuerte.
La tierna Martina, mamá Eni y Mirtha
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MAMA ENI, 'MAESTRA RURAL'
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Bendita amauta de las alturas chiquianas;
madre, hija y amiga prodigiosa
que nos diste sabiduría
y mucho amor.
En las altas cumbres fuiste ejemplo vivo
de sacrificio y perseverancia,
hilvanando de sol a sol
nuestros sueños.
Pampa de Lampas, Pocpa, Ticllos, Llaclla,
Carcas, Canis, Pancal y Quisipata
conservan tus huellas
de amor y paz.
Te veo cabalgando tu caballito pinto
con tus alforjas de ilusiones
y tus cuentos del 'perro leal'
y del 'santo caldito'.
Un 24 de setiembre subiste al cielo
dejándonos el corazón entristecido,
más tu bello ejemplo
¡NO MORIRA!
Nalo
Plaza de Armas de Chiquián
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