..
¡QUERIDO VIEJO!
Ayer tarde gris tristumbre me senté,
me sentí, junto a tu silente tumba,
y te llevé sólo albas magnolias
aromadas de acuciosos recuerdos.
Y tan soledoso el mundo, mi viejo,
y memorar anhelaba contigo:
las bonanzas y días con bostezos
que ya diluyeron con años deslizados.
Te escuché quedo, demasiado quedo,
¿lagrimando acaso por desdichados?
Te pido por favor no sollozar mares
con quejas humanas;
sus tristezas llagadas y pesadumbres,
solamente son de ellos.
Azotainas les ha propinado la vida,
cual despiadadas de madre Natura;
y sabe mejor que nadie cada cual,
cuánto duelen las tundas atizadas.
(Pues cada quién es tozudo autor
de sus muy legítimas desgracias.)
Y minuciosos se las buscaron
con sus propias equivocaciones,
y malas pasadas que la vida reditúa
con sus sutiles zancadillas.
Ya lo ves, querido viejo,
son cristos también con cruces metal,
caídas estrepitosas;
sin explicarse el cómo ni el porqué.
Trotando por ciudades soñolientas,
cual raudas viajantes golondrinas,
con leves aires de mancebos codiciables
fuera de madriguera protectora,
presto descubría para colosal fortuna
de mis irreverentes travesuras
ninfa con deliciosa piernamenta,
y decía con cara de malicia inocente:
¡Qué muy buenas patas
de esa dichosa torcacita, padre!
Replicabas
como quien no quiere contestar:
Sí pues,
disimulando notorias salivaciones
sólo por imponer paterna autoridad.
Y alas adolescentes de oportunidad
de mis comentarios filosóficos
sobre picaflores y sus travesuras
de amor-tenorio cortabas de un tajo,
perdiéndote ganga de ser mi único:
Insustituible aliado en el Universo.
Ya lo ves, padre mío,
cuánto quería ser amigo venciendo
temores de mi alma a tu probable
furia tonante de dios Júpiter,
al final perdías fulgurosas ocasiones
de conseguirte impar y buen choche
apegado como yo.
(Pero con todo eso,
suculenta bondad tutora destilabas,
hoy esos nutricios aún me hacen
carencia, hablando con honradez.)
Por mi cuenta te sigo considerando
mi mejor camarada, mi confidente,
aunque nunca funcionó aceptable
a pesar de mis kilométricos afanes,
tan a la antigua estabas chapado.
Ejercías rango vertical militronche
sancionándome hablarte gacho,
si acaso te miraba de gallo a gallo,
mi muy querido viejo, te engallabas,
y mis tímidas pestañas, alas colibrí,
raudas volaban al cielo, ¿lo sabías?
Era eso para ti respeto venerante,
pero yo te honraba hasta la devoción:
Me cargaste cultivos de afecto doble,
¿recuerdas tu franca enseñanza?
Decías: Soy tu padre y madre.
Era indubitable, como luna tangible.
Un día te figuré lavando mi uniforme
hasta blancuras de quimera paternal,
entonces con candor de ternura
te quise miles y miles de veces más.
Fácil era para ti pedirle en mis sueños
a la madrastra que lo fregara al paso,
pero tenías cultivada decencia, padre,
y afectos cuidadosamente tamizados.
Y a pesar de una larga retahíla
de medios hermanos renuevos,
y carencias inaplazables
del menudo mundanal que cubrir:
¡ Mi exilio fue de emergencia
emergente al ávido colegio a estudiar!
¡Mil agradecimientos, mi viejo!
Gorjear te puedo por eso ahora;
qué importa un tanto desaborido,
pero ruiseñor estoy gorgoriteando
pulsando cuerdas de mi novata lira.
Y en esas reiteradas andanzas,
a causa justa de mi pulimento,
¡zas!, te atrapó con sus embelesos
-como a ingenuo adolescente-
la hechicera aldea de los Waras:
Pródigo popolo en ubérrima belleza,
asediado por envolventes alegrías;
y lo amaste tanto, tanto, tanto,
hasta dejarle heredad, tu estructura.
Sí, ayer en el confín del mundo, sí,
solos otra vez los dos, y muy solos,
como cuando jamás nos dejábamos:
férreamente
enyugados nuestros destinos distintos
por áridas divergencias unitivas.
Juntos siempre el sargento Canuto,
y
su fiel soldado raso presto a la orden.
¿Te acordás, mi querido viejo?
Ni lluvias furibundas de camino gris,
ni noches piel erizada y ojos ófricos,
ni doblegantes cansancios cósmicos,
ni tus juergas con el compinche Baco
a cadencias de tu vihuela embrujada,
separarnos podían;
tersos siameses como el Matarraju1.
Te visité diligente esta vez, mi viejo,
para incendiarles, contigo y conmigo,
feliz rostro escurridizo de la sonrisa:
A congoja rococó de la tarde umbría,
y al huerto vetusto de mi palpitante
-que le sigue filtrando vital aroma
a mi continente de fina poquedad-.
¿Y crees que nos enmielaste el cielo,
mi muy recordado y querido hacedor?
¡QUERIDO VIEJO!
Por: Carlos Garay Veramendi
.
(San Marcos - Huari)
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Ayer tarde gris tristumbre me senté,
me sentí, junto a tu silente tumba,
y te llevé sólo albas magnolias
aromadas de acuciosos recuerdos.
Y tan soledoso el mundo, mi viejo,
y memorar anhelaba contigo:
las bonanzas y días con bostezos
que ya diluyeron con años deslizados.
Te escuché quedo, demasiado quedo,
¿lagrimando acaso por desdichados?
Te pido por favor no sollozar mares
con quejas humanas;
sus tristezas llagadas y pesadumbres,
solamente son de ellos.
Azotainas les ha propinado la vida,
cual despiadadas de madre Natura;
y sabe mejor que nadie cada cual,
cuánto duelen las tundas atizadas.
(Pues cada quién es tozudo autor
de sus muy legítimas desgracias.)
Y minuciosos se las buscaron
con sus propias equivocaciones,
y malas pasadas que la vida reditúa
con sus sutiles zancadillas.
Ya lo ves, querido viejo,
son cristos también con cruces metal,
caídas estrepitosas;
sin explicarse el cómo ni el porqué.
Trotando por ciudades soñolientas,
cual raudas viajantes golondrinas,
con leves aires de mancebos codiciables
fuera de madriguera protectora,
presto descubría para colosal fortuna
de mis irreverentes travesuras
ninfa con deliciosa piernamenta,
y decía con cara de malicia inocente:
¡Qué muy buenas patas
de esa dichosa torcacita, padre!
Replicabas
como quien no quiere contestar:
Sí pues,
disimulando notorias salivaciones
sólo por imponer paterna autoridad.
Y alas adolescentes de oportunidad
de mis comentarios filosóficos
sobre picaflores y sus travesuras
de amor-tenorio cortabas de un tajo,
perdiéndote ganga de ser mi único:
Insustituible aliado en el Universo.
Ya lo ves, padre mío,
cuánto quería ser amigo venciendo
temores de mi alma a tu probable
furia tonante de dios Júpiter,
al final perdías fulgurosas ocasiones
de conseguirte impar y buen choche
apegado como yo.
(Pero con todo eso,
suculenta bondad tutora destilabas,
hoy esos nutricios aún me hacen
carencia, hablando con honradez.)
Por mi cuenta te sigo considerando
mi mejor camarada, mi confidente,
aunque nunca funcionó aceptable
a pesar de mis kilométricos afanes,
tan a la antigua estabas chapado.
Ejercías rango vertical militronche
sancionándome hablarte gacho,
si acaso te miraba de gallo a gallo,
mi muy querido viejo, te engallabas,
y mis tímidas pestañas, alas colibrí,
raudas volaban al cielo, ¿lo sabías?
Era eso para ti respeto venerante,
pero yo te honraba hasta la devoción:
Me cargaste cultivos de afecto doble,
¿recuerdas tu franca enseñanza?
Decías: Soy tu padre y madre.
Era indubitable, como luna tangible.
Un día te figuré lavando mi uniforme
hasta blancuras de quimera paternal,
entonces con candor de ternura
te quise miles y miles de veces más.
Fácil era para ti pedirle en mis sueños
a la madrastra que lo fregara al paso,
pero tenías cultivada decencia, padre,
y afectos cuidadosamente tamizados.
Y a pesar de una larga retahíla
de medios hermanos renuevos,
y carencias inaplazables
del menudo mundanal que cubrir:
¡ Mi exilio fue de emergencia
emergente al ávido colegio a estudiar!
¡Mil agradecimientos, mi viejo!
Gorjear te puedo por eso ahora;
qué importa un tanto desaborido,
pero ruiseñor estoy gorgoriteando
pulsando cuerdas de mi novata lira.
Y en esas reiteradas andanzas,
a causa justa de mi pulimento,
¡zas!, te atrapó con sus embelesos
-como a ingenuo adolescente-
la hechicera aldea de los Waras:
Pródigo popolo en ubérrima belleza,
asediado por envolventes alegrías;
y lo amaste tanto, tanto, tanto,
hasta dejarle heredad, tu estructura.
Sí, ayer en el confín del mundo, sí,
solos otra vez los dos, y muy solos,
como cuando jamás nos dejábamos:
férreamente
enyugados nuestros destinos distintos
por áridas divergencias unitivas.
Juntos siempre el sargento Canuto,
y
su fiel soldado raso presto a la orden.
¿Te acordás, mi querido viejo?
Ni lluvias furibundas de camino gris,
ni noches piel erizada y ojos ófricos,
ni doblegantes cansancios cósmicos,
ni tus juergas con el compinche Baco
a cadencias de tu vihuela embrujada,
separarnos podían;
tersos siameses como el Matarraju1.
Te visité diligente esta vez, mi viejo,
para incendiarles, contigo y conmigo,
feliz rostro escurridizo de la sonrisa:
A congoja rococó de la tarde umbría,
y al huerto vetusto de mi palpitante
-que le sigue filtrando vital aroma
a mi continente de fina poquedad-.
¿Y crees que nos enmielaste el cielo,
mi muy recordado y querido hacedor?
1. Nevado de dos prominencias, con cuerpos mellizos apegados (nombre primigenio del Huascarán.)
CANTO A MI PADRE
.
Por: Rodrigo Sólórzano Espinoza
.
(Marca - Recuay)
.
.
Calle la lira sus armoniosas melodías,
en silencio duerman mis versos y rimas;
abran paso a las diáfanas remembranzas,
¡A la memoria de mi padre!
Vuelen las sombras de la lúgubre noche,
anuncie el dorado sol un nuevo día,
que la esperanza amanezca en nuestras vidas,
¡A la memoria de mi padre!
Vuelvan las sonrisas a florecer en los niños,
y de nuevo a latir los corazones enamorados,
que la paz reine en todos los hogares,
¡A la memoria de mi padre!
Vayan al basural las armas de guerra,
que el hambre humano muera en un trozo de pan,
que un abrazo solidario circunde al mundo,
¡A la memoria de mi padre!
Brinde el ruiseñor su más hermoso canto,
y more en el jardín la más fragante flor,
que las primaveras engalanen el amor,
¡A la memoria de mi padre!
Que el arco iris vista sus mejores galas,
que el dolor y el llanto humano se extingan,
abriendo paso a la eterna felicidad,
¡A la memoria de mi padre!
Se llenen los cielos de un himno gigante,
que la humanidad tomada de las manos,
ante el Dios Supremo, alce su fraternal voz,
¡A la memoria de mi padre!
en silencio duerman mis versos y rimas;
abran paso a las diáfanas remembranzas,
¡A la memoria de mi padre!
Vuelen las sombras de la lúgubre noche,
anuncie el dorado sol un nuevo día,
que la esperanza amanezca en nuestras vidas,
¡A la memoria de mi padre!
Vuelvan las sonrisas a florecer en los niños,
y de nuevo a latir los corazones enamorados,
que la paz reine en todos los hogares,
¡A la memoria de mi padre!
Vayan al basural las armas de guerra,
que el hambre humano muera en un trozo de pan,
que un abrazo solidario circunde al mundo,
¡A la memoria de mi padre!
Brinde el ruiseñor su más hermoso canto,
y more en el jardín la más fragante flor,
que las primaveras engalanen el amor,
¡A la memoria de mi padre!
Que el arco iris vista sus mejores galas,
que el dolor y el llanto humano se extingan,
abriendo paso a la eterna felicidad,
¡A la memoria de mi padre!
Se llenen los cielos de un himno gigante,
que la humanidad tomada de las manos,
ante el Dios Supremo, alce su fraternal voz,
¡A la memoria de mi padre!
.
.
.
EL PADRE
.
Por: Héctor Francisco Gagliardi
.
(Concepción, Buenos Aires)
..Oye negra, ¿Te puedo hablar?
ya los chicos se han dormido
asi que dejá el tejido
que después te equivocás.
.
.
Y hoy te quiero preguntar
por qué motivo las madres
de la mañana a la tarde
amenazan a sus hijos
con ese estribillo fijo
de ¡Ah, cuando venga tu padre!
.
Y con tu padre de aquí
Y con tu padre de aquí
y con tu padre de allá
resulta de que al final
al verme llegar a mí
lo ven entrar a Caín
y escapan por todos lados.
.
.
Y yo, que vengo cansado
de trabajar todo el día
recibo por bienvenida
una lista de acusados.
.
Vos empezás con tus quejas
Vos empezás con tus quejas
y yo tengo que enojarme
lo mismo que hacía mi padre
cuando escuchaba a su vieja,
entraba a fruncir la ceja
apoyando a esa fiscal,
que en medio del temporal
se erigía en defensora,
lo mismo que vos ahora
que siempre me dejas mal.
.
Si los perdono,
Si los perdono,
¡qué ejemplo! ¡ así es como los educo!.
!Si los castigo!,
¡eres bruto!, ¡no tienes sentimientos!
.
A mí, a mí que llegué contento
A mí, a mí que llegué contento
y no tuve más remedio
que poner cara de serio
y escuchar tu letanía,
a mí que me paso el día
a mí que me paso el día
pensando jugar con ellos.
.
.
Yo sueño llegar a casa
y olvidarme felizmente del trabajo,
de la gente y de todo lo que pasa .
.
Los hijos son la esperanza
Los hijos son la esperanza
el porqué de nuestras vidas,
por eso nunca les digas
por eso nunca les digas
¡ah, cuando venga tu padre!
.
No quiero encontrar culpables,
No quiero encontrar culpables,
quiero encontrar alegría
que no me pongas de escudo
como lo hacía mi madre
que consiguió que a mi padre
lo imaginara un verdugo.
.
El llegaba.. el llegaba y te aseguro
El llegaba.. el llegaba y te aseguro
que terminabam las risas
y en lugar de una caricia
y hablarle como a un amigo
lo miraba compungido
presintiendo una paliza.
.
.
Y el pobre, que no entendía,
sacudiendo la cabeza
escuchaba con tristeza
lo que mi madre decía
Y que él de sobra sabía.
...
¡Que con éste no se puede!,
¡Que con éste no se puede!,
¡que me ensució las paredes!
¡que la calle, la pelota!
¡que trajo muy malas notas!
¡y me saca canas verdes!.
.
.
¡A la cama sin cenar!
aburrido me ordenaba
mi madre me consolaba
yo lo culpaba a él.
.
.
A él que había llegado
recién de trabajar, tan cansado
ya lo había amargado
con todas mis travesuras.
.
.
Los hijos, los hijos nunca analizan
el sentimiento del padre,
porque el brillo de la madre
es tan fuerte, que lo eclipsa,
sólo le hacemos justicia
a su íntimo sentir
cuando nos toca vivir
a nosotros su problema.
.
¡Ay!, si mi padre supiera
¡Ay!, si mi padre supiera
¡que recién lo comprendí!
.
.
Y, ¿por qué nunca me dijo
del modo que me quería?.
.
Si hoy yo sé cuanto sufría
al ver enfermo a su hijo
porque me miraba fijo
el primer pantalón largo
y sé que me habrá besado
cuando ya estaba durmiendo.
.
Hoy, que todo lo comprendo
Hoy, que todo lo comprendo
¿por qué no estás a mi lado?
por qué no estás ahora
ahora para abrazarte bien fuerte
viejo lindo,
y ofrecerte mi cariño
a todas horas,
ves a tu hijo que llora,
pero llora con razón
porque te pide perdón
al pensar en esos días,
en que ciego no veía
que eras todo corazón.
.
.
Dejame negra que llore,
es tan lindo desahogarse.
.
Vamos a ver lo que hacen
Vamos a ver lo que hacen
nuestros futuros señores.
¡Mirale esos pantalones!
¡Tápale un poco a la piba!
si, si ya sé, no me lo digas,
hoy se fué a la calle sola.
Acostate rezongona,
mañana, será otro día.
..Fuente:
CHIQUIÁN QUERIDO / Blog de Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
EN LA VÍSPERA DEL DÍA DEL PADRE - POEMAS DE CARLOS...
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