domingo, 11 de enero de 2009

UN FIN DE SEMANA CON LUIS PARDO (Postales en Chiquián)

EL LAPIZ Y EL MARTILLO / Javier Garvich
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http://lapizymartillo.blogspot.com/2009/01/un-fin-de-semana-con-luis-pardo.html
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Para quienes no lo saben, se ha cumplido un siglo desde que las fuerzas de seguridad del Perú, acompañadas de las mesnadas del lugar, cercaran y dieran muerte a Luis Pardo, el legendario bandolero ancashino a quien la memoria convirtió en un héroe popular. Luis Pardo ha sido merecedor de varias canciones y huaynos, se rodó una película sobre él, se han hecho varias obras de teatro sobre su vida, ha recibido la atención de historiadores y antropólogos, le han dedicado infinidad de poemas y cada año, indefectiblemente, se suman a su leyenda, más testimonios, anecdotarios y homenajes. Luis Pardo, a cien años de su muerte, ha dejado de ser un personaje histórico para convertirse en una suerte de inkarrí laico, de paladín social, de vengador justiciero y arquetipo de la imagen de hombre libre y fraterno con los pobres. Una suerte de Emiliano Zapata de los Andes sin revolución.
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Para tan magna conmemoración, la Asociación de Escritores y Poetas de Ancash –con el decidido apoyo de la municipalidad provincial de Chiquián- organizó un encuentro de tres días en la villa de Chiquián, que incluyó dos días de ponencias y presentaciones de libros, un sinfín de actos culturales y una romería final a la tumba de Luis Pardo. Casi setenta ponencias expuestas ante un auditorio repleto, cerca de una veintena de libros presentados, una decena de actividades culturales que abarcaron desde la canción al video, pasando por el teatro. Todo en honor al gran héroe de Chiquián. Aquí algunas postales.
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Quien quiera conocer de buena mano la vida de Luis Pardo tiene que leer Luis Pardo "el gran bandido", de Alberto Carrillo Ramírez. Libro imprescindible puesto que se nutre de una recopilación de testimonio de testigos a los cuales luego ya casi no se les pudo volver a interrogar. El libro, pese a la simpatía del autor para con Luis Pardo, no lo pinta como un héroe inmaculado o un líder social. Leyendo los hechos uno pareciera ver a Luis Pardo como el engreído hijo de un terrateniente, diestro con las armas, mujeriego, bebedor (e insoportable cuando bebía más de la cuenta), un poco aventurero, buen conversador, bonachón con algunos y muy autoritario con otros. Su paso a la vida bandolera sucede no por alguna injusticia social sino por un asesinato que él practica cegado por el alcohol. Como véis, una vida poco heroica.
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La mitología se confunde con la historia. En las ponencias se habla sin descanso de su madera de luchador social. Aunque Filomeno Zubieta pone reparos distinguiendo la faceta histórica de la forja del héroe popular. Domingo de Guzmán nos relata jugosas y desconocidas anécdotas de su agitada juventud (pudo haber hecho carrera militar –es decir, pudo haber sido presidente del Perú- pero lo perdió su carácter arrogante y perdulario). Víctor Hugo Alvítez hace una sugerente comparación con otros bandoleros del norte peruano como el cajamarquino Benel o el piurano Alama. El escritor Walter Ventosilla –quien publicó una novela sobre el tema- habla de la utopía Luis Pardo. Por contra, la poeta Verónica Solórzano se manda con una elegía reclamándose mujer, compañera y andarita eterna del héroe. Maria del Pilar Cárdenas, una preciosa y menuda estudiante del Pedagógico de Chiquián, habla oportunamente de la importancia de las fábulas en la educación infantil (¿acaso en Luis Pardo no ha sido la fábula quien ha devorado al hombre?).
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Algún otro poeta suelta esto: "Todos los hombres llevamos un bandolero dentro y todas las mujeres desean ser raptadas por bandoleros". Tremendo.
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Lo curioso es que la carrera delictiva de Luis Pardo fue bien escasa, no más de tres años y más bien centrada en el postrer 1908. A él se le atribuyen cuatro asesinatos y más de treinta acciones contra la propiedad. Sin embargo, buena parte de sus delitos son fabulaciones de terceras personas, denuncias apócrifas y confusas. Como el Grau de la Guerra del Pacífico, a Luis Pardo se le veía en varios lugares a la vez. Gran parte de la responsabilidad está en la campaña de difamación lanzada por los gamonales de la zona y capitalizada por un Estado que quería restablecer el orden en provincias. Como en los años de nuestra guerra interna, el Estado aparece como un desinformador avieso que se dedica a fabricarse enemigos para destruirlos, y termina alimentando leyendas.
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El domingo lo inicié en una excursión a la cascada de Usgor: Aire libre, arco iris circulares, el marco incomparable del paraje chiquiano. Nos acompaña la profesora Grimanesa Tafur, quien vive como propia la naturaleza circundante. Al momento identifica hierbas e insectos, plantas y animales, los enhebra con mitos, cuaranderías y canciones elegidas. En su discurso persiste la idea del hombre andino como un ente ligado indisolublemente al campo, a la tierra, al runasimi, a la imaginería pre-cristiana ¿Qué tan fuerte es ese hombre andino vivificado por Grimanesa? ¿Existe aún? ¿Está arrinconado en la Puna y la Jalca? ¿O acaso es otra construcción que se va nutriendo de las experiencias y aprendizajes de los mortales?
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Posiblemente Luis Pardo haya sido un vividor y un ladrón de poca monta. Pero la tradición oral siempre alude a su generosidad con los pobres y su coraje para con los poderosos. El anecdotario de Pardo crece todos los años: Luis dejando una estela de monedas de oro a su paso por los pueblos, Luis sometiendo toros con solamente un ademán, Luis comprando sombreros para los maltrajeados de una localidad, Luis regalando dinero a los presos ante las narices de sus carceleros…la ristra no se agota. Su última hazaña acabo de oírla: Hay el testimonio de un viejo anarquista chileno que asegura que Luis Pardo, cuando estuvo de paso por el norte de Chile en 1906, se encargó de organizar a los salitreros y recomendarles que marcharan sobre Iquique a reclamar sus derechos. Los obreros del salitre hicieron eso un año después, para perecer en la tristemente célebre matanza de la escuela de Santa María.
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Lunes. Después de un pasacalle festivo que rompió en fiesta durante toda la noche, todos los escritores marchan en romería a la tumba de Luis Pardo. Por la mañana la policía iza la bandera en la plaza en su honor "las fuerzas policiales persiguieron y mataron a Luis Pardo, ahora ellas mismas izan el pabellón nacional en su nombre" me recita acremente un intelectual sanmarquino. En el camposanto, tres monjitas inician el responso con cantos católicos tradicionales, una de ellas lo pinta como gran defensor de los pobres, "perdonado por el Señor y seguramente muy cerquita de Dios como todo justiciero de bien". Finalmente, autoridades y artistas se despiden de su tumba cantando y declamando. El acto termina en el coliseo de la localidad con una generosa pachamanca regada con vino de la región (¡sí, en Chiquián hacen su propio vino!) y en un pasacalle final encabezado por el alcalde. Luis Pardo ha sido homenajeado por tirios y troyanos, policías y civiles, monjas y ateos, artistas y burócratas, notables y pueblo llano. Puede dormir tranquilo en su tumba.
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En enero de 1909 Luis Pardo estaba acorralado, hambriento y casi sin municiones. Su enemigo era un viejo chacal de la policía con el adecuado nombre de Álvaro Toro Mazote quien había impuesto la ley del terror en la zona y, mediante delaciones bajo tortura, cerraba el círculo en torno a Luis. Mesnadas de campesinos alcoholizados, dirigidos por sus gamonales respectivos, lo ultimaron cuando se lanzaban a las aguas del río Tingo. Fueron los mismos campesinos quienes reaccionaron con igual violencia cuando la policía empezó a ensañarse groseramente con el cadáver. El nombre de Toro Mazote se lo ha llevado el viento. El puente que cruza aquel último río hoy se llama Luis Pardo.
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¿Granuja con suerte o héroe popular? ¿Defensor de los pobres o terrateniente libertino? Lo que importa, creo yo, no es tanto el seguimiento histórico como sí interpretar la constante construcción popular del héroe. El hecho que Luis Pardo, a cien años de su martirio, se haya convertido en un Robin Hood peruano no significa el fiasco de la tradición oral, sino todo lo contrario: El pueblo tiene derecho a crear sus propios héroes, más aún si estos encarnan las ansiedades y los deseos de justicia y libertad. Una tradición que existe no solamente en la veneración de santos populares o en la transformación de ídolos de la canción en auténticos demiurgos, sino incluso tomó cuerpo en la construcción de esta otra heroína, respetadísima por lo menos en Huamanga. Frente a los héroes del Estado (blancos, criollos, militares y bien avenidos con las clases dominantes) los peruanos de a pie podemos proponer héroes alternativos (mestizos, civiles, ajenos al Estado e hirientes con los poderosos). Frente al fracaso palpable de los proyectos criollos de nación, Luis Pardo simboliza la esperanza de construir otro país. Y quienes creemos en la posibilidad de ese otro país, vemos a Luis Pardo aún cabalgando, aún festejando, aún jodiendo.

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